Sabes que tienes algo por hacer, pero la tentación de dejarlo para después es grande. La resistencia a hacerlo aumenta a cada instante, y en tu mente arranca la racionalización de por qué te “conviene” hacer otra cosa.
Lo simple —levantar el teléfono y hacer la llamada; abrir el documento en la computadora y escribir las líneas; ponerte los zapatos y salir a caminar— se amplifica en “peso y tamaño”, y con eso, crece en ti la resistencia.
¿Te ha pasado alguna vez? ¿Es reciente? ¿Y con frecuencia?
¿Quieres saber la clave para vencer la postergación y ponerte en acción?
Conectarte con el resultado y no con el proceso. Poner tu atención en lo que vas a obtener —ganar, gozar y lograr— y no en lo que hace falta para llegar allá.
La mayoría hace lo contrario: piensa y le da vueltas a todo lo que hay que hacer —el proceso— y se olvida de los resultados que está por lograr.
Cuando postergas algo que sabes que es importante para ti, generalmente es por una sencilla razón: estás más conectado con el proceso que con el resultado. Si en lo que piensas es en los minutos que tienes que invertir, en la energía a entregar, en las acciones a ejecutar, en los numerosos pasos a dar, tu energía tenderá a irse a pique ante la experiencia de sentirte abrumado.
Concéntrate en el resultado y verás qué sucede. Piénsate —imagínate, visualízate, siéntete— ya habiéndolo logrado; conéctate con las sensaciones de satisfacción, orgullo, plenitud, culminación, liberación, entusiasmo y celebración. Emplea la siguiente pregunta para estimular tus sensaciones y guiar tu mente:
¿Cómo me voy a sentir una vez que lo haya logrado o completado?
Enfócate en lo que va a ser posible para ti una vez que logres el resultado producto de lo que estás por hacer.
Al terminar, completar o lograr ¿de qué vas a ser capaz? ¿Qué vas a poder disfrutar? ¿Qué nuevas posibilidades estarán abiertas para ti?
Aquello en lo que te enfocas aumenta. Al concentrarte en lo que vas a ganar, la sensación de placer, bienestar, libertad y poder crecerá en ti. Si por el contrario te focalizas en lo que tienes por hacer y en todo lo que hace falta, eso es lo que crecerá.
Es como al subir una montaña: si te concentras en todo lo que te falta por ascender, la tentación a abandonar aumenta; si más bien te enfocas en cómo te vas a sentir una vez que llegues arriba y te ves triunfante, tu deseo por continuar persistirá.
A mi gran amigo Eduardo le sucedió. Me contó que un día, subiendo la montaña y en pleno esfuerzo por captar más aire del que sus pulmones podían contener, se enfrentó con la tentación de abandonar su intención de llegar a la cima.
Pero, en un momento crucial, su inteligencia emocional vino al rescate. Se preguntó “¿Cómo me voy a sentir si abandono ahora?”. La respuesta fue inmediata: “Mal. Y lo que es peor, me voy a quedar con un mal sabor durante todo el día”.
“¿Cómo me voy a sentir cuando llegue arriba?”, fue su siguiente pensamiento. Fue con lo que Eduardo se conectó y sintió a continuación que obtuvo la gasolina necesaria para continuar: la certeza de saber que gozaría una divina sensación de logro, satisfacción y orgullo que no experimentaría sino de una manera: llegando a su meta.
Cientos de zancadas después, Eduardo había conquistado su objetivo. Y lo que es más importante, había vencido la tentación que estuvo a punto de negarle el sabor del triunfo.
Tú sentir te frena o te impulsa. Si lo que sientes es el cansancio anticipado producto de pensar en todo lo que tienes por hacer o en el fastidio de tu próxima acción, el ímpetu por ponerte a trabajar se desinflará.
La clave para ponerte en acción ¡ya!, está en llevar tu consciencia a dos sensaciones que te impulsarán: la de ganar y la de perder. Es decir, empaparte emocionalmente de lo que vas a ganar si lo haces y en lo que vas a perder si no lo haces.
¿Cómo? Con preguntas como estas:
¿Qué voy a ganar si lo hago?
¿Qué voy a perder si no lo hago?
Otra manera de pensarlo:
¿Qué voy a sentir si lo hago?
¿Qué voy a sentir si no lo hago?
Empleando un lenguaje más intenso:
¿Qué voy a ser capaz de gozar al lograrlo?
¿Qué voy a sufrir si no lo hago?
Estas preguntas te distraen de pensar en el proceso y te conectan con el resultado: con los beneficios y las consecuencias que resultarán de hacerlo o no hacerlo.
Si lo haces, ganas; si no lo haces, pierdes. Esta es la sensación que tienes que generar para ganarle a la tentación de dejarlo para después.
Date cuenta que cuando postergas, has logrado lo mismo pero al revés: te has dejado auto-convencer de las desventajas de ponerte en acción y del placer inmediato que es posible al soltar.
El principio debajo de todo esto es muy simple: tú te vas a mover hacia aquello que represente placer y buscarás alejarte de aquello que implique dolor. No puedes evitarlo, es parte de tu herencia biológica.
Lo que necesitas es usar ese principio a favor de tu éxito.
La acción, en sí misma, pocas veces es motivadora. Muchas veces representa lo contrario: el fastidio de hacer algo que no es particularmente placentero.
En donde reside el poder para encender tu motivación es en el resultado y los beneficios, posibilidades y experiencias que vas a ser capaz de vivir una vez lo logres.
Emplea ese poder al enfocarte, sentirte y conectarte con el placer que vas a disfrutar al estar del otro lado de tu inercia, y con lo que vas a perder si no actúas de una vez.
Y declara: “Lo hago ¡ya!”. Repítete dentro de ti, una y otra vez con intensidad emocional esta frase: “Lo hago ¡ya! Lo hago ¡ya!”.
Desarrolla una predisposición a la acción. Es más, haz de la acción tu adicción.
Muévete hacia lo que quieres.
Vence tu inercia.
Enciende tu determinación.
Porque te aseguro que tus mejores días no son los que pasas sin hacer nada —mucho menos evitando lo que tienes por lograr— sino aquellos en que te has esforzado y dado lo mejor de ti para avanzar, completar, alcanzar y celebrar.
Así que haz de este uno de esos días. Enfócate en el resultado, conéctate con lo que vas a ganar y… ¡ponte en acción!
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Copyright © 2005 por
Leo Alcalá —Autor y Conferencista Internacional
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